miércoles, 16 de diciembre de 2015

Una oportunidad desperdiciada

Marcelo Tinelli nunca imaginó que iba a encontrar tantos obstáculos para la concreción de su nuevo capricho. Pensó que para ocupar el sillón de su admirado Julio Grondona iban a bastarle su popularidad y un poco de presión mediática cuasi extorsiva sobre los oponentes de turno. Una bajadita de línea entre el baile de alguna pareja y algún tramo caliente del lamentable acting de los “jurados” sería suficiente para esmerilar la imagen pública de personas que, encima, ya la traían bastante descolorida por méritos propios. Le funcionó para imponer la forzada interpretación del artículo estatutario que regla los requisitos para presentarse como candidato. Supuso Tinelli que iba a salirse con la suya una vez más, como lo había hecho tantas veces dentro de un medio que nunca le dice que no, que lo venera como a un dios de barro y que a nada teme más que a ser aludido negativamente en un espacio televisivo de dudoso gusto que, sin embargo (o, quizás, por eso), mantiene un piso de rating de veinte puntos, lo que equivale a un mínimo de dos millones de telespectadores en cada emisión. La andanada de apoyos -por convicción, por conveniencia o especulación- que tuvo en los medios lo cegó. Esa soberbia alimentada por el “simarcelismo” que lo rodea hace décadas le impidió ver un detalle fundamental: sus televidentes no votan esta vez. Los votantes de esta elección son pocos, tienen nombre y apellido y a todos, absolutamente a todos, les va algo en el resultado.

Luis Segura fue la mano derecha de Julio Grondona en la última etapa de su presidencia. Con el fallecimiento de Don Julio y el período por completar, el cargo recayó estatutariamente en el expresidente de Argentinos Juniors. Él, como todos los dirigentes de la AFA actual, nunca necesitó desarrollar su capacidad dirigencial. Algunos lo hicieron, desde ya; pero otros pensaron que Grondona sería eterno y siempre lo tendrían para resolver por ellos y de manera imperial las situaciones de mediana y alta complejidad que pudieran presentárseles. Muchos de esos dirigentes son los que hoy cierran filas alrededor de la candidatura de Segura, con la intención de mantener el estándar grondoniano del que tanto se beneficiaron. Ellos saben que con Tinelli eso no se va a terminar, pero temen, no sin sustento, algo que suponen aún peor: que una gestión tinellista replantee el mapa de los beneficiarios.

La fallida elección del 4 de diciembre expuso algo que era cada vez más obvio. Ninguna de las dos agrupaciones tiene un verdadero proyecto para hacer funcionar a la Asociación del Fútbol Argentino a la altura de lo que se espera de ella en los tiempos que corren. Los dos, Segura y Tinelli, quieren el sillón. Los dos hablan del cambio que requiere la AFA, pero ninguno de ellos tomó verdadera distancia de lo que pasó en Ezeiza. En los días previos y posteriores, Tinelli embarró la cancha todo lo posible con denuncias de fraude y prácticas poco claras; pero en la conferencia post escándalo, se sentó al lado de Segura y habló con tono conciliador. Si hubiese tenido la certeza de haber sido robado, estaba en el lugar y el momento ideal para hacer pública la queja.

Se sabe que Tinelli es una figura omnipresente en San Lorenzo. “Más omni que presente”, dicen algunos sanlorencistas que conocen bien de cerca la vida de la institución. También hay quienes le reprochan que se haya cortado solo en su búsqueda de la AFA, como lo hizo saber públicamente César Francis -vocal opositor en la Comisión Directiva-, quien se quejó de que Tinelli nunca haya puesto a consideración de sus pares sus intenciones de buscar la presidencia de la casa mayor del fútbol argentino. “¿Piensa gobernar la AFA solo y a control remoto? ¿Ese es el cambio que propone?”, preguntan con lógica sus más encumbrados oponentes, quienes también temen que cada reunión de Comité Ejecutivo siga en Showmatch y sin ellos ; y si algo le faltaba para terminar de alejarse de quienes no forman su círculo áulico, el conductor televisivo llevó el conflicto a la justicia ordinaria. “Sacó los pies del plato”, algo que para la corporación dirigencial es casi como la aparición de la luz mala y, en lo estatutario, está previsto por la FIFA como causa de desafiliación para aquella federación que no dirima sus cuestiones internas puertas adentro.

Por todo esto, me permito no abrigar mayores esperanzas cualquiera sea el ganador de esta dilatada y manoseada elección. La AFA debe ser refundada, debe empezar de nuevo con un acuerdo general sobre puntos fundamentales de su funcionamiento. Vengo diciendo hace rato que la opción en este turno electoral es sólo un tenue matiz.

Creo que si se vota a Segura se opta por la continuidad de Grondona; si se vota a Tinelli, se estará ungiendo al próximo Grondona.

Sólo se trata de elegir entre un personalismo u otro; y si algo malo le pasa a la AFA desde 1979 es el personalismo.