Marcelo
Tinelli nunca imaginó que iba a encontrar tantos obstáculos para la concreción
de su nuevo capricho. Pensó que para ocupar el sillón de su admirado Julio Grondona
iban a bastarle su popularidad y un poco de presión mediática cuasi extorsiva
sobre los oponentes de turno. Una bajadita de línea entre el baile de alguna pareja
y algún tramo caliente del lamentable acting de los “jurados” sería suficiente
para esmerilar la imagen pública de personas que, encima, ya la traían bastante
descolorida por méritos propios. Le funcionó para imponer la forzada
interpretación del artículo estatutario que regla los requisitos para
presentarse como candidato. Supuso Tinelli que iba a salirse con la suya una
vez más, como lo había hecho tantas veces dentro de un medio que nunca le dice
que no, que lo venera como a un dios de barro y que a nada teme más que a ser
aludido negativamente en un espacio televisivo de dudoso gusto que, sin embargo
(o, quizás, por eso), mantiene un piso de rating de veinte puntos, lo que equivale
a un mínimo de dos millones de telespectadores en cada emisión. La andanada de
apoyos -por convicción, por conveniencia o especulación- que tuvo en los medios
lo cegó. Esa soberbia alimentada por el “simarcelismo” que lo rodea hace
décadas le impidió ver un detalle fundamental: sus televidentes no votan esta
vez. Los votantes de esta elección son pocos, tienen nombre y apellido y a
todos, absolutamente a todos, les va algo en el resultado.
Luis Segura
fue la mano derecha de Julio Grondona en la última etapa de su presidencia. Con
el fallecimiento de Don Julio y el período por completar, el cargo recayó estatutariamente
en el expresidente de Argentinos Juniors. Él, como todos los dirigentes de la
AFA actual, nunca necesitó desarrollar su capacidad dirigencial. Algunos lo
hicieron, desde ya; pero otros pensaron que Grondona sería eterno y siempre lo
tendrían para resolver por ellos y de manera imperial las situaciones de
mediana y alta complejidad que pudieran presentárseles. Muchos de esos
dirigentes son los que hoy cierran filas alrededor de la candidatura de Segura,
con la intención de mantener el estándar grondoniano del que tanto se
beneficiaron. Ellos saben que con Tinelli eso no se va a terminar, pero temen,
no sin sustento, algo que suponen aún peor: que una gestión tinellista
replantee el mapa de los beneficiarios.
La fallida
elección del 4 de diciembre expuso algo que era cada vez más obvio. Ninguna de
las dos agrupaciones tiene un verdadero proyecto para hacer funcionar a la
Asociación del Fútbol Argentino a la altura de lo que se espera de ella en los
tiempos que corren. Los dos, Segura y Tinelli, quieren el sillón. Los dos
hablan del cambio que requiere la AFA, pero ninguno de ellos tomó verdadera
distancia de lo que pasó en Ezeiza. En los días previos y posteriores, Tinelli
embarró la cancha todo lo posible con denuncias de fraude y prácticas poco
claras; pero en la conferencia post escándalo, se sentó al lado de Segura y
habló con tono conciliador. Si hubiese tenido la certeza de haber sido robado,
estaba en el lugar y el momento ideal para hacer pública la queja.
Se sabe que
Tinelli es una figura omnipresente en San Lorenzo. “Más omni que presente”,
dicen algunos sanlorencistas que conocen bien de cerca la vida de la
institución. También hay quienes le reprochan que se haya cortado solo en su
búsqueda de la AFA, como lo hizo saber públicamente César Francis -vocal
opositor en la Comisión Directiva-, quien se quejó de que Tinelli nunca haya
puesto a consideración de sus pares sus intenciones de buscar la presidencia de
la casa mayor del fútbol argentino. “¿Piensa gobernar la AFA solo y a control
remoto? ¿Ese es el cambio que propone?”, preguntan con lógica sus más
encumbrados oponentes, quienes también temen que cada reunión de Comité Ejecutivo
siga en Showmatch y sin ellos ; y si algo le faltaba para terminar de alejarse
de quienes no forman su círculo áulico, el conductor televisivo llevó el
conflicto a la justicia ordinaria. “Sacó los pies del plato”, algo que para la
corporación dirigencial es casi como la aparición de la luz mala y, en lo
estatutario, está previsto por la FIFA como causa de desafiliación para aquella
federación que no dirima sus cuestiones internas puertas adentro.
Por todo
esto, me permito no abrigar mayores esperanzas cualquiera sea el ganador de esta
dilatada y manoseada elección. La AFA debe ser refundada, debe empezar de nuevo
con un acuerdo general sobre puntos fundamentales de su funcionamiento. Vengo
diciendo hace rato que la opción en este turno electoral es sólo un tenue
matiz.
Creo que si
se vota a Segura se opta por la continuidad de Grondona; si se vota a Tinelli,
se estará ungiendo al próximo Grondona.
Sólo se
trata de elegir entre un personalismo u otro; y si algo malo le pasa a la AFA
desde 1979 es el personalismo.